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Somos agua, la necesitamos para vivir.
Hace años que llueve poco en Uruguay. La falta de precipitaciones provocó en 2023 una
sequía meteorológica, que trajo consigo una sequía hidrológica, agrícola y socioeconómica.
Tuvimos que aprender a limitar el uso de un recurso que siempre creímos que en nuestro
país era infinito, pero no.
Hace décadas, se redactaron leyes en todo el mundo, para que cada país explote y
comercialice los recursos naturales como un producto más en el mercado.
La promesa de importantes ingresos económicos a las arcas del estado y la posibilidad de
más fuentes laborales fue el discurso vencedor.
El tiempo nos demuestra que los ingresos no son significavos cuando lo que se explota y
exprime es el ambiente en el que vivimos. Jamás será equitavo.
El sueño de ser un país rico vendiendo los recursos naturales es una pesadilla. Y el cuento
de que trae fuentes laborales, ciencia ficción.
La sequía nos obligó a consumir agua uruguaya embotellada por empresas extranjeras que
fijaron los precios a demanda. La recomendación del gobierno fue reducir al máximo el uso
domésco, mientras que, en el centro del país, UPM II consume 5.600 millones de litros de
agua por día.
A pesar de esta situación extrema que vivimos, los planes de explotación del agua en
Uruguay continúan. La producción de hidrógeno verde y metanol necesita candades
mayores a las de UPM II, así que perforarían la erra para llegar directamente al Acuífero
Guaraní.
Además, Google construirá su Data Center en el sur y ulizaría las redes de abastecimiento
de OSE…
El 2023 quiere quedar en el olvido, pero no debe ser así.
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